Por el desierto..., pero ¿de qué desierto hablamos? ¿Qué es el desierto?
Nada y, de alguna manera, todo. No se trata de un paseo placentero por esos caminos, ni por otros... No se trata de un "lugar" que nos proteja y nos ampare de las sendas y cosas del mundo... Es otro cosa, que nunca acertaremos a definir, que sólo la alegoría y el símbolo pueden señalar...
El "desierto", el mismo de los Padres, es para nosotros hoy una "tierra" inédita e insospechada. Los rumores y los aullidos, nunca aceptados, evocan las grandes tormentas de arena o los "sacudones" de una "ausencia" poblada de ventoleras... Hay figuras y hay asfaltos. Y no dejan de aparecer ruidosas máquinas que recuerdan oscuras montañas escondidas en las nieblas y en las nubes. El desierto es ocasión y acontecimiento... Pero es ocasión de Dios. Porque el desierto nos enseña esa "otra cara", nos enseña a soltar y a desprendernos, el desierto -de alguna manera- es separación y lejanía, lo contrario de lo que vemos u oímos o tocamos.
El ruido llama al silencio... Esto es un misterio muy grande y hemos de enfrentarlo con audacia y serenidad. Por eso nos atrevemos a decir que la ausencia comporta presencia...
Alberto E. Justo