Ya no hay detenimientos en modos ni maneras. El desierto nos habla de ausencia pero también de plenitud. Frente a un icono hemos de ir más allá de su figura, pasando a través de ella o superándola en el corazón. Lo mismo ocurre con el desierto, con el cielo, con el mar, con los ojos, con la hondura de una mirada... Porque hay siempre "algo más" podemos pasar y alcanzar esa hondura, ese "fondo", que no tiene confines.
Hay una Presencia que está en todas partes: en lo grande, en lo pequeño. Lo hemos olvidado, privilegiando lugares o momentos, elevando algunos y despreciando otros.
Si el Verbo nace en el alma ¿qué más? ¿Qué estoy buscando tan lejos?
Alégrese el espíritu y goce del don inefable. El camino es mayor porque es recto y directo, sin curvas ni cuestiones.
Alberto E. Justo