Es posible que la fatiga del peregrino sea muy grande. Más posible todavía es que no se sienta comprendido o aceptado, o no halle paz en sus tiempos y en tantos lugares... Sin embargo Dios llama y la voz interior no calla. Entendámonos bien: Dios no llama a este lugar en especial (cualquiera sea), llama a "seguir". El Señor nos llama a seguirlo, a Él. Porque tal cosa comporta nuestra vida y las variaciones pueden ser infinitas.
No nos extrañemos de las escasas coincidencias entre las cosas que suponíamos necesariamente juntas o de acuerdo con no sé cuáles principios. El Señor nos convoca por vías insospechadas y despierta sentidos escondidos en nuestro corazón.
No es el hombre juguete caprichoso de nadie. Ni siquiera de quienes se tienen por poseedores de cetros y de reglamentos favorables aún en los campos "religiosos"...
La "voz" de Dios necesita de silencio y de respeto para ser percibida; y nunca de atropellos del color que sean.
Es preciso, pues, continuar a pesar de todo, por un camino siempre inédito, de algún modo siempre nuevo, que se labra con nuestros pasos, en confianza y en paz.
Alberto E. Justo