En esta hora de prueba y de confianza en el Señor, abrimos los caminos al arribo inminente de Aquél que, sin cesar, llama a nuestra puerta... Nada hay que temer y mucho es lo que se agolpa en el corazón que suplica: -¡Ven, Señor Jesús...
Resurge el lenguaje de un "silencio" profundo y, cuando todo calla, se reaviva la Esperanza que sólo procede de Dios.
Recogidos en la ermita invisible elevamos nuestra plegaria. Amén.
Alberto E. Justo