Ahora mismo sabemos que el Señor está tan próximo como no lo podemos expresar... Tal vez hora de lágrimas por nuestros pecados o por el gozo de su inefable Presencia...
Nos abandonamos, con confianza, abrazando y recibiendo la Palabra que nos eleva y acepta nuestra humilde plegaria. No necesitamos aclarar ni definir nada, simplemente pasar al corazón, donde permanece abierto el templo y donde Él está siempre.
Alberto E. Justo