Ante los interrogantes tengamos presente que no lograremos nunca imaginar lo mejor para nosotros. Las preguntas que brotan en nuestro corazón tienen su respuesta en el Corazón del Señor. No son nuestras consideraciones o pretendidas soluciones los efectos verdaderos y lo más seguro es que nos equivoquemos tejiendo lo que sospechamos ha de ser.
Lo seguro es que nuestra invocación: ¡ABBA, PADRE! nos eleva inmediatamente a Dios y a nuestra realidad. Esta plegaria, que es nuestro verdadero respiro, ha de repetirse con entero abandono y confianza.
Alberto E. Justo