Es seguro que en mil ocasiones toparás con actitudes que no esperas ni resultan agradables. Sea que la torpeza es una "realidad" humana o que no todos están agraciados con el don de responder con delicadeza. Es, la delicadeza, una virtud sublime. Y tiene una relación profunda y secreta con la magnanimidad. Piensa en esto y medita, y considera cuánto más allá te encuentras de polémicas, preguntas, respuestas, exámenes, exigencias ¡y tantas, tantas tonterías, que el hombre pergeña para asentar su vano poder y justificar su envidia!
Por tanto: ¡a otra cosa! Que tu camino y tu andar sean un gozo por encima de las amenazas (generalmente aparentes) que se multiplican a los costados... Basta ahondar, basta volver a meditar y desprenderse de los apretujones y circunstancias.
Piensa, una vez más, en la dulzura y delicadeza de María, nuestra Madre. Considera esta quietud, este silencio que sólo se manifiesta en la apertura del corazón y, sobre todo, en el respeto. Quizá no halles respeto ni urbanidad entre los bárbaros que asaltan las ciudades y los pueblos para dominar de las maneras más sutiles, aunque torpes.
Vuelve a tu silencio. Nadie puede quitarte tu bien aunque lo declare en desagradable modo. ¿Quién es quién?
Alberto E. Justo