Es probable que, por diversos motivos, nos detengamos en recuerdos o planteos acerca de lo que quizá debimos hacer ayer o de lo que conviene hoy para cubrir errores pasados...
Se trata aquí de una trampa nada pequeña, tal vez del enemigo, tal vez de nuestra porfía o inseguridad, tal vez de nostalgia o de melancolía, según los temperamentos...
Proponemos alejar y abandonar estos pensamientos que no nos entregan lo que realmente constituye nuestro deseo profundo, nuestra mejor intención (de ayer y de hoy), sino que nos obliga a descarrilar y a apartarnos del camino del corazón.
La obra escondida, por llamarla así, no se manifiesta hacia afuera, sino que está celada hasta la hora oportuna que no siempre llega cuando suponemos.
Caminar por el desierto requiere un tiempo, y ese período nos parece infecundo y equivocado en tantas ocasiones.
Abrir nuevas perspectivas es aceptar lo que, por ahora, no nos es plenamente conocido y no puede ser encerrado en fórmulas definitivas. El fin es Dios. Él ya está y en Él lo tenemos todo. Pero no podemos abarcar ni racionalizar el gran secreto que sólo se conoce en el Amor, esto es "Más Allá" de mi estilo.
El peregrino lleva su tesoro y su secreto pero no puede hablar de él.
No hay, pues, seguridades. Hay, sí, una conciencia a la que hemos de ser fieles desde luego. Pero dejemos que el gran Misterio nos adopte, sin angustia y sin apresuramiento. Dios nos da todo en su Paz.
Alberto E. Justo