Sonríe y abandónate. La oración es siempre fecunda aunque padezca distracciones y terribles arideces. No te mas. Deja que el Espíritu ore en tu corazón. Esto no se aprende..., se sabe, se gusta, se goza... Aún cuando nada sientas, aún cuando te parezca que nada ocurre. Es entonces cuando la confianza y el abandono deben alcanzar sus más altas cimas. Abre la puerta de ti jardín, de tu oratorio interior y escondido, respira el aire que nunca has dejado de respirar... No has empezado ayer, ni en fecha alguna. Tu vida está escondida con Cristo en Dios desde siempre. No hay fórmulas. De tu parte: arrojo y confianza. Despréndete de tus cuidados y déjate elevar donde no sospechas.
Alberto E. Justo