viernes, 21 de noviembre de 2014

No oigo otra cosa...

El amor profundo, encendido por la gracia divina, aparta y deja en olvido, allá en medio de lodazales y ciénagas, el ruido de tentaciones y engaños...
La fuerza de la atención iluminada abre horizontes siempre nuevos, aún cuando en esta hora (y en cualquier otra) el asalto del enemigo pretenda vencer y obtener sus resultados malignos...
Hay en el corazón una virtud singular que viene de lo alto y desde lo alto, en lo más íntimo, traza el derrotero que nos lleva más allá.
¡Incomparable siembra de Dios en el desierto florecido!
No atiendas otra cosa que el suave paso del Señor en el silencio. Los ruidos de por ahí o por allá no hacen otra cosa que cosquillas. Tu los aguardas y por ello se vuelven potentes. Cuando no aguardas ni atiendes otra cosa que lo que eres o ya tienes o acontece en tu corazón, el singular ataque no logra su objetivo...
Educar es crear hábitos y tu puedes crear hábitos de silencio, mayores que la necedad de este mundo o de cualquier otro.

Alberto E. Justo