Vientos y sacudones de todo tipo... También ruidos y lamentos, llanto y risa, gemidos de un tiempo que no halla fácilmente respuestas... Por lo general parece que los observadores quedan perplejos, sin palabras (a pesar de la abundancia de tantas de ellas), en realidad: "sin palabras adecuadas a las situaciones"...
Pero, una vez más, ¿olvidamos la realidad de "dentro"?
Es verdad que soplan los vientos, pero nada hay que no podamos superar con la Gracia de Dios. ¿Desesperar por lo que acontece aquí o allá? Es ese el peor camino para lo que sea.
Acepta la tormenta y cúbrete. Aprovecha la visión escondida que llevas en tu corazón... ¿No puedes llegar de un salto a ese valle incomparable que, más que verlo una o dos o tres veces, es imagen permanente e inalienable de tu interior?
La brisa silenciosa de la soledad no se pierde ni se olvida. Navegas en silencio más allá del estrépito del mundo: estás en el mundo pero no perteneces al mundo. Y este "no-pertenecer" es la clave y el punto de partida. Tú no eres eso que turba y espanta... tú eres más allá, infinitamente más allá.
Tu morada es el Corazón de Dios... ¿lo has olvidado? Aunque se desencadenen batallas inesperadas...
Vuelve al Huerto y vela con Él. Su silencio es lo más elocuente que existe... La tempestad en el desierto es el "peso" de una humanidad que huye de su centro y pierde su sentido. Pero Él vela en Getsemani y tú con Él...
Alberto E. Justo