Pues nada. Nada más que abrir tu casa y morada a Aquél que viene, que ya está...
Una suerte de frenesí acapara a los incautos que creen crecer en la vida a fuerza de "hacer cosas". Y desesperan, porque enseguida comparan sus máscaras y figuras, sin salir más allá...
Ante tanta insatisfacción y vacío con "obras propias" es preciso levantar los ojos al cielo y buscar una altura nueva y fecunda, que sólo viene de Dios.
Descubrir un horizonte más grande, un panorama renovador que sólo se alcanza en la contemplación y en el silencio. El estudio y la meditación son un respiro necesario para remontar vuelo...
Es claro que no hallaremos excesivas compensaciones, de esas que quiere, a toda costa, el "ego" inquieto. Pero se nos brindará una fecundidad no posesiva, no proyectada ni artificial, sino real y verdadera.
Testigos, pues, desbordados por el amor de Dios...
Alberto E. Justo