Cuanto más nos acercamos a la muerte (a nuestra muerte) más late en el corazón la promesa de resurrección y de vida... En efecto, los dolores o sinsabores o pruebas del camino se multiplican a veces, pero en cada fragmento de nuestra participación en la Cruz del Señor resuena la promesa inefable: "hoy estarás conmigo en el Paraíso".
Es posible que un cierto temor nos cause amargura y nos detenga en al camino, pero ha de quedar callado si recordamos nuestro paso con Jesús. El Espíritu del Señor nos lleva desde dentro del corazón, más allá, más alto y más profundo de cuanto podamos soñar...
¡Ánimo pues en la horas oscuras! El camino cada vez es más breve, y el regalo de Dios cada vez es más grande... No lo vemos ni lo sospechamos, pero es verdad...
Alberto E. Justo