¡Desde lo hondo a Ticlamo, Señor! No hay instante -lo sé- en el que no acudas a mi súplica y pedido de piedad! Reitero, pues, mi plegaria y añado todo aquello que Tú sabes y aún me regalas siempre. ¡Ven!
En el tiempo de la soledad te suplico con esta elevación y te ruego el auxilio que Tu conoces... ¡Ayúdanos y realiza tu obra!
En la mañana o en la tarde, de madrugada o en el momento de la angustia.
No es éste un "lloriqueo" :¡Señor! Es Tu hora: Ven y llévanos contigo. ¡Ven ahora y llévame contigo!
Alberto E. Justo