¿Somos capaces de vernos, de descubrirnos en verdad? No es lo más frecuente, desde luego... También cada uno de nosotros es un misterio para sí mismo y olvidamos los perfiles más altos en aras de cosas, a veces, muy pequeñas.
En suma, arrepintiéndonos de nuestros pecados y con gran confianza, aprendamos a mirarnos, a vernos, en los Ojos y en el Corazón de Dios.
Alberto E. Justo