Y sabemos muy bien que es harto frecuente. Se agolpan las cuestiones y las "ilusiones" aguardando lo que -aparentemente- no llega. Por ello insistimos, esperando siempre contra toda esperanza, en la pregunta, en la interrogación que brota de lo profundo, para dar, no tanto con una respuesta, cuanto con el secreto o el tesoro escondido, que nos brinda la apertura deseada más allá...
Y preguntamos por no sé qué "identidad", tal vez para huir de la asfixia, de la repetición de las mismas necedades, en ansia por una liberación auténtica.
Por ello es necesario preguntar de nuevo: -¿quién soy? Es fácil responder acerca del "lugar" en el que accidentalmente "estoy". Pero aquí buscamos el secreto que está más allá. ¡¡Quién soy!!
Hemos hallado un camino, en el corazón de una brecha.
No soy, ciertamente, lo que dicen o lo que piensan los"otros". Esos "otros" que pretenden conclusiones en el estilo más vulgar, repitiendo y repitiendo en ecos de la fama un aplauso o un examen mal aprobado.
No; caminamos en realidad en la soledad del desierto sin fronteras cuando ya nada vemos, ni podemos distinguir... ¡Santa Soledad del mayor de los desiertos, cuando no podemos descubrir sentido ni definiciones, cuando no hay "estructura" que sirva ni que señale algún derrotero!
Ahora quedemos en los latidos del corazón profundo. Algo ha de despertar, algo ya despierta... Y nada más.
Alberto E. Justo