En efecto, nada tan temible como el temor y la duda; nada tan temible como la "vacilación" que se manifiesta cuando juzgamos probable lo improbable...
Son muchas las variantes que el enemigo del género humano dispone para "asustar", ya que -en realidad- es él quien nos teme.
Es María Santísima quien ilumina nuestra vida en la aurora que vence todo temor...
Levanta los brazos en oración, sin vacilar y escucha la palabra de María: -¿acaso no soy tu Madre?
Ahí, aquí, tienes a tu Madre...
¡Corazón de Jesús, Amor Infinito, en Tí confío! ¡Corazón de María, Madre del Amor Infinito, en Tí confío!
Alberto E. Justo