El "sudor de nuestra frente" se nutre en mil ocasiones y oportunidades, de esas que no descubrimos en un instante. Percibimos, sí, la fatiga, y no acertamos a responder acerca del cansancio o de la experiencia de una derrota...
Y, sin embargo, la carencia de resultados inmediatos, la demora de cualquier éxito, ha de llegar a nuestras horas como una bendición de Dios.
Hace tal vez algunos instantes festejábamos nuestras tareas, hasta que las sombras de la noche nos entregaron la vanidad de tantas cosas y la desaparición de esas ilusiones que pretenden elevar nuestras vidas.
Ahora el escenario, el inmenso escenario, tiene decorados muy diversos. Allá, al fondo, un telón azul, muy fuerte, nos recuerda un pedazo de cielo que ya no está.
Los "decorados" engañan desde luego. Por eso elevamos el corazón más allá de fantasmas e ilusiones, sin llegar a adivinar lo que está más lejos... (¿o más cerca?)
Es verdad que las sombras velan, pero -también- revelan. Lo que hasta ayer juzgábamos luminoso, hoy desaparece...
Y es que la luz, la luz verdadera, no engaña, a pesar de los discursos de los necios.
Es la Mirada Divina que permanece en nuestro corazón, porque lo que se nos antojaba ausente ya es, sin duda, presente.
Alberto E. Justo