¡Quédate, permanece en la ermita escondida que el Señor te regala! No la busques por allí, ni lejos, ni fuera, ni cerca siquiera. Está en todas partes y en todas partes la encuentras. Y, en todas partes, te guarda el Señor en ella.
Despréndete y deja caer todo aquello que no llevas... Guarda el secreto de tu corazón y habita simplemente adonde el Espíritu te eleva... Allí está tu hogar y tu morada...
No dudes, ni temas. No vaciles ni aguardes resultados sonoros, que ya no interesan...
Alberto E. Justo