La paz, que Dios da y regala, no se pierde nunca... Mas bien se hace mayor cuanto más se la recibe y se la vive, aceptándola. No es hora de temer sino ocasión de abrir las puertas del corazón a Dios, de modo que Él prepare y constituya su morada en nosotros. El ángel ya abre esas puertas, a veces tan invisibles. Deja, deja que lo realice según la Voluntad del Padre, ahora mismo, sin dilaciones.
Alberto E. Justo