Nunca se esconde la luz... Cada vez más se manifiesta, y nosotros aguardamos la hora que aún no llega. ¿Por qué? ¿Por qué tardas tanto, luz esquiva, en estas jornadas de tanto dolor? ¿Qué misterio escondes y te afirmas en guardarlo, sin más?
Sin embargo se percibe el susurro de lo que adviene y no alcanzamos a percatarnos por entero... Quisiéramos labrar en aquellos senderos un regalo imperecedero que dejara su sello, imposible de olvidar.
¡Un sello imperecedero! ¿Qué es eso? ¿Qué sello, qué signo. que no acabamos de soñar?
Tal vez sea la hora del silencio que no conviene a los profanadores de turno. Ni de hoy, ni de mañana. Vamos sin apresuramientos. El Señor ya llega. No nos hará esperar demasiado.
Alberto E. Justo