Cuando se acerca la Santa Noche de Navidad aparece un mensaje que trasciende e ilumina toda paz... Es la hora de la delicadeza, del respeto, del silencio, de la compasión... ¿Quién se atreve a callar en estas horas y contener las lágrimas en la plegaria? Es la hora de la ternura, de la paciencia también. Es la ocasión para rechazar modales y gestos que ni hablan ni honran a Dios. Una oportunidad para el silencio y para levantar la mirada, para insistir en un corazón siempre sediento de paz. Es la oportunidad para dejar en reposo las ansias de dominio y de activismos de toda especie; es la oportunidad del sueño reparador en momentos de dolor y de angustia.
Nada, pues, de desesperanza. Abandona todo cuidado entre "azucenas olvidado". Lo único es Un Niño, el Niño que ya llega a levantar el espíritu en la única oración de Dios...
Alberto E. Justo