En el silencio del desierto (lejano y cercano a un tiempo) descubrimos nuevamente el llamado de la nueva morada (siempre nueva) más allá.
No estoy donde creo estar ni soy aquella figura que tantos han pretendido retratar. -Bien sé quién soy- nos diría don Quijote; pero esta escondida y luminosa realidad es rebelde al manoseo.
¿Pretendes saber algo más de ti con los falsos auxilios de remedios, matracas y caretas que se venden por todas partes? ¡Calla, por Dios, calla, que de disparates tenemos los oídos saturados!
¿No sabes ya que sólo Dios te conoce y obra? Huye pues
hacia la Aurora, hacia el Oriente Espiritual, hacia el Sol que redime y rescata de la estulticia y de la necedad.
¡Puedes vivir con dignidad en el Oriente! En el nivel más profundo de tu conciencia, de la cual no tienes experiencia ni sospechas su profundidad. En el Oriente que resplandece en tu corazón... Vive en tu casa, en la morada de Dios...
Alberto E. Justo