Siempre de camino, por los lugares más insólitos... No venciendo distancias, sino descubriendo... otras, tal vez nuevas...
Así, no más, un buen día atravesé no sé qué portal de mi casa y quedé, de golpe, lejos, muy lejos, en remoto lugar. Pocas veces sabemos por qué estamos allí o aquí... Lo suponemos, sin embargo, a pesar de las confusiones y de los cruces de caminos.
Yo estaba solo, completamente solo; y así me sentía,en singular desamparo. Peor aún no sabía hacia dónde ir... ¿Qué punto del horizonte quedaba ahora en mi supuesto camino, delante de mi?
Encontraba no poca gente, personas muy diversas. Ninguna decía palabra; o si la decía, estaba claro que nada comportaba para mí...
¿Estar solo? No puedo definir una situación que carecía entonces de sentido... Percibía el rigor de un abandono singular.
Más adelante, en la desconocida trayectoria, me ocurría encontrar a alguno que otro viandante, de quien recibía un apurado saludo, como dos que se cruzan sin conocerse y sin esperar conocerse más.
Lo lamentaba y me entristecía esa indiferencia moderna o contemporánea, que dejaba las sendas resecas, sin agua, bajo un sol ausente...
Entonces, el dilema: ¿qué hacer, adónde ir? ¿Cuál podía ser el "sentido" de aquellos pasos, fatigosos, que nada dejaban detrás de mi?
A la vera del camino, al pie de un árbol, alguien me llamó y me dijo, preguntándome curioso: -¿buscas algo? Y casi sin responder dije sorprendido: -librarme del desamparo, de un gran desengaño que padezco...
No miré su rostro sino sentí su mano y su brazo que me asían con ternura...
"-Sígueme ahora por estos pasos, que no hallarás otros, y quédate aquí mismo sin más. Vine a buscarte, Yo mismo, y te he hallado. No tienes que ir sino venir a Mí porque tengo mi Corazón abierto para ti. ¿Estás solo? ¡Sí, Conmigo! Yo también estuve y estoy solo... Porque he elegido este último y pequeño lugar que nadie me arrebatará contigo.
Alberto E. Justo