¿Podemos rechazar porfiadamente? La necesidad de edificar una falsa fortaleza para controlar y gobernar no es nueva. Es triste, muy triste, comprobar que el hombre se apega a su propia estupidez, a veces con un mayúsculo perjuicio del cual no puede liberarse fácilmente...
El peregrino, de paso por el bosque, ha perdido su senda y no puede ya eludir su propio error. ¿Es preciso comenzar de nuevo? No se trata de eso. Es preciso, en cambio, perseverar con confianza y no temer asaltos ni amenazas.
Alberto E. Justo