El mensaje permanente, la buena noticia que llega, son expresión de una dimensión inefable, cuya realidad se encuentra siempre en la oración y la confianza.
Sabemos que estamos y vamos más allá y sabemos también que somos hijos de Dios y que no hay añadidura para explicar ni método para desarrollar...Se trata de una honda adhesión de Fe en el Espíritu que obra en nuestro interior. Y aunque "pareciera" que la imaginación dibuja en exceso, nuestra vida en Dios, la gracia divina, no engaña jamás.
La Palabra del Señor debe repetirse en nuestro corazón: "Subo a mi Padre y Vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios." Que esto sea convicción en nuestra meditación cotidiana.
Alberto E. Justo