No, no nos han faltado imágenes. Tampoco ojos que nos contemplen... ¡Cuántos Rostros Benditos de Nuestro Salvador! Y, sin embargo, hay (o no hay) ausencias que se dejan sentir. ¿Un niño inocente y sonriente? ¡Señor! ¿dónde verte encontrarte, reconocerte? Y, aunque hoy o mañana no acertemos bien en la respuesta, Tú eres y estás aquí más que yo, infinitamente más que yo, sin la necesidad de imagen alguna... Porque te revelas siempre más y más hondo, hasta llegar a lo más alto e inefable...
Alberto E. Justo