En efecto, nunca nos detenemos en este o en aquel ángulo del camino. Y sólo el silencio nos abre paso para la nueva profundidad. No se trata de lo que dice Fulano o de lo que niega Mengano. Se trata, más bien de la siempre nueva ternura que abre el Amor de Dios.
Esto es inimaginable porque sobrepasa cualquier concepto y cualquier medida. Cuando abrimos el corazón, es decir cuando el mismo Dios lo abre y penetra, un sol inesperado atraviesa todas las fronteras.
No haya dudas. El Señor está aquí y percibimos hoy su Voz, como siempre, "Este es mi Hijo muy Amado, escuchadle sin temor ni vacilación..."
Alberto E. Justo