Una y otra vez aguardamos las sorpresas del día y de las horas... Sin haber descubierto que las sorpresas ya están. Y son ellas, su contenido, que nos aguarda, tal vez donde menos sospechamos. Y así, siempre.
Andábamos por esos caminos cuando la frescura de la mañana... Sin saber muy bien adónde me llevaban mis propios pasos, muy dolorosos en alguna ocasión. Hasta que me di cuenta que alguien me seguía, entonces como ahora... ¿Porqué por allí? Yo contaba con que alguien precisamente me guiara y ahora -me parecía así- la ruta la elegía yo. Me volví para mirar y no vi a nadie.
¡Inmenso misterio de ausencia y de plenitud insospechada! No sabía nada del secreto ni del claroscuro temprano, de esas auroras que todo lo manifiestan en su silencio y en la trascendencia de su soledad.
Alberto E. Justo