Por los caminos polvorientos del desierto, por las lejanas sendas donde creí hallarme alguna vez... Surge, única, la figura de mi madre, dejando sonar en los aires la sin par melodía de una presencia siempre nueva.
No es necesario enmarcar las imágenes para que nos entreguen su secreto, ni aguardar demasiado las cualidades que les pertenecen. La figura amada, incomparable, nunca precisa presentación.
Quisiéramos cantar, con vigor y fuerza, lo que no cabe en las estrechas medidas de nuestros caminos, quizá a la hora del ocaso, quizá cuando aguardamos un claro amanecer. Porque es la Aurora la que despierta y dispersa nuestras sombras, por allí temprano, más allá de los bosques, de los lagos y de las montañas.
Nada queda en descuido... Porque cierta ausencia no desvanece ni se oculta... ¡Alabado sea Dios!
Alberto E. Justo