Vamos de camino por una rugosa llanura, sin tropiezos y sin excesivas variaciones.
Que el cansancio de las horas no aminore tu marcha ni desesperes por las inevitables demoras de cada jornada. Insisto: no estás donde crees sino mucho más allá.
El descubrimiento de nuestras sendas es algo lento a veces. Pero la certeza primera es que no te llevas a ti mismo. La luz más potente se enciende como una sorpresa inesperada.
Ya está aquí, como promesa de instantes mejores, portadores siempre de vida nueva. El silencio de las horas no se interrumpe. Por el contrario, las horas se alimentan de ausencias mayores que guardan, en sus instantes, los mejores secretos...
No te sorprendan, entonces, las falsedades y mentiras del adversario escondido, forjador de envidias y de engaños sin cuento. Los que pretenden convertirse en espantapájaros de los sembrados necesariamente han de falsear el panorama. Harán todo el ruido necesario para sus pretendidos logros, porque es característico que el ruido adormezca. Y es paradójico también. Adormecer es engañar. Luego habrá modo de hallar excusas o justificativos estúpidos.
-Luego te escucharé, cuando tu respiro no turbe mis ilusiones... ¡Vamos, que las jerarquías de este mundo ya son pura necedad! Esta conducta, frecuente hoy entre clérigos y legos pretende afirmarse sin mucho trabajo... Por ello huye de la tontería de moda, cualquiera sea, y penetra la gloria de un silencio que no calla...
Alberto E. Justo