Nunca se agotan y siempre se abren en nuevos horizontes. Se abren, claro, hacia el corazón, en el espíritu que respira, sin pausa, el soplo de Dios...
¡Ámbito infinito del que no podemos hablar! Hunde sus raíces más allá de toda sospecha y de cualquier imagen o figura.
Los caminos de Dios no están escondidos sino pudorosamente velados y protegidos por la Misericordia Infinita.
Alberto E. Justo