Abre de par en par las ventanas de tu conciencia y rechaza con energía las pretensiones de los entrometidos. Respétate y respeta, sobre todo, tu libertad. No son los timoratos los que llevan la razón y sólo saben desatar funestos entredichos. Defiende, lo repito, tu libertad siempre, sin temor ni vacilaciones.
Vergüenza es que no lo hagas o que ocultes tu rostro entre tus manos. Sé valiente y no dejes que los miserables arruinen tus días.
Alberto E. Justo