Es con harta frecuencia que retornamos a las viejas imágenes, que vienen a mostrarnos los esplendores mayores de lo más real.
En el hondón de nuestra vida, en los capítulos más sensibles y profundos, descubrimos que nunca es suficiente nuestra insistencia para abrazar la Verdad o dejar que Ella misma nos invada y nos conquiste por fin.
Pareciera que el hombre no quiere la Verdad, ni se deja conquistar por Ella. Al contrario, busca con esperanzas vanas, alcanzar por medios perezosos y cobardes aquello que lo supera.
Nunca se detenga el peregrino en las vanidades de una hora falsa y engañosa. Será necesario alzar la espada o la pluma, pero no desfallecer ante la necedad.
Alberto E. Justo